Rabietas infantiles. ¿A qué se deben?
Las rabietas infantiles, son situaciones que nos es difícil entender; estas situaciones llegan a presentarse por diversas causas, pero principalmente porque están actuando de acuerdo la etapa evolutiva en la que se encuentran, y no porque quieran “portarse mal”.
Es normar que los niños no sean capaces de manejar sus emociones, ni sepan cómo comunicar cómo se sienten, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que los niños reaccionan bien cuando se sienten bien.
¿Cuándo se producen estos momentos de rabietas? En los momentos menos esperados, por ejemplo, al estar comprando en el supermercado, en el coche, comiendo en un restaurante, o estando en casa de algún familiar o amigo.
Son situaciones estresantes e incómodas que queremos frenar de inmediato, pero debemos comprender en estas circunstancias que estas reacciones se deben a un motivo y hay que encontrarlo para responder a sus necesidades.
¿A qué se deben las rabietas infantiles?
Primeramente cuando se de la rabieta debemos estar seguros de que todas las necesidades físicas y emocionales del pequeño han sido cubiertas.
Para ello debemos tener presentes las razones que existen y pudieran ser los motivos de este comportamiento poco deseado:
- Hambre
- Cansancio
- Enfermedad
- Hipersensibilidad a algún factor externo, como ropa o algún cambio repentino en la rutina.
- Poner a prueba la reacción de los demás
- Empoderamiento
- Frustración
Es muy diferente un berrinche en un niño que se encuentra cansado, hambriento, incómodo con la ropa o enfermo, y el berrinche hecho por un niño que está enfadado, frustrado y poniendo a prueba a los padres.
En los primeros casos se debe determinar la causa, permanecer en calma con actitud positiva y ayudar al niño con comida, descanso, proporcionarle ropa cómoda y/o consuelo.
El segundo tipo de berrinche es parecido a una lucha de poder. El niño quiere ejercer cierto control en alguna situación que le genera desconcierto y le hace sentir impotente. Es necesario mantenernos lo más tranquilos posible y no reaccionar de manera inmediata, de esta manera evitamos mostrar al niño que está adquiriendo el poder de la situación. Debemos tratar de descifrar el mensaje, a veces no atendemos a lo que nuestros hijos nos quieren decir y descubren que el berrinche es la manera de llamar nuestra atención y lograr que los escuchemos.
Entonces, ¿Cómo podemos calmar una rabieta?
- Lo mejor es tratar el asunto en un lugar privado. Así, evitaremos la presión de la gente que está a nuestro alrededor y que no intervengan en el método que estamos usando para solucionar el problema.
- Es necesario frenar la mala conducta y redirigir la energía hacia algo positivo, como alguna tarea o actividad útil, que le guste o sea nueva para él o ella.
- Mostrar empatía con los sentimientos de nuestros hijos porque para ellos son reales.
- Evitar discutir sobre el tema que desencadenó la situación.
- Para evitar algún cambio repentino y dificultades con las transiciones, podemos anticiparnos y comunicar al niño lo que sucederá. Por ejemplo, si estamos en el parque, le avisaremos, de manera anticipada, que tendremos que irnos pronto. “Nos vamos a ir del parque en 10 minutos. ¿Te gustaría volverte a subir al tobogán?”
- Cuando notemos que nuestro hijo está poniéndonos a prueba, lo mejor es hacerle sentir comprendido y decirle que entendemos su enfado o molestia pero que debemos respetar el límite o la regla. “Entiendo que quieras seguir jugando, pero ha llegado la hora de bañarte para después cenar”.
- Decir las cosas una sola vez y después actuar.
- Al observar que el conflicto es con algún otro niño, debemos hablar con palabras simples, sin llevar a cabo un juicio para resolver el asunto. Es importante involucrar a nuestro hijo en el proceso de la solución de problemas, dándole la oportunidad de compensar su conducta. Esto funciona solo si nosotros como adultos hablamos de una manera cordial y respetuosa, haciendo que el niño participe en la decisión de cómo reparar la falta.
- Si las necesidades no son físicas y el método no parece estar funcionando, lo mejor es retirarnos un momento del conflicto con el propósito de tranquilizarnos y posteriormente abordar el asunto, hablando sobre los sentimientos generados, alentando al niño para que no vuelva a suceder. “Tu conducta me dice que te sentiste herido. ¿Podemos hablar sobre lo sucedido?”
Aunque no es fácil enfrentar estas situaciones en la vida cotidiana, las sugerencias antes planteadas pueden servir como herramientas para ayudar a nuestros hijos a identificar sus emociones y educarlas, y de esta manera puedan alcanzar el autocontrol.
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